Eran las nueve de la mañana, Lidia se despertó desganada. Hoy conocería
ese odioso pueblo en las montañas al que se mudaba, ése del que su padre
hablaba tanto. Ella pensaba que todo esto era un asco, sólo quería quitársela
de encima y por eso la enviaba a aquel internado perdido en el bosque, para que
se ocuparan de ella durante meses. Era sencillo: la enviaba ahí todo el curso,
los fines de semana se quedaba con su tía, le hacía una visita a su padre de
vez en cuando y todo arreglado.
Papá: Lidia, cielo, date prisa. A y media nos vamos.
Lidia: Por mí como si me dejas aquí tirada…
Papá: ¿Has dicho algo?
Lidia: No, nada… que estoy en ello.
Se vistió, se arregló el pelo, cogió su mochila y bajó a reunirse con su
padre para desayunar.
Vio que él ya había puesto su equipaje en el portal.
Acabaron el desayuno, prepararon los últimos detalles y se pusieron en camino.
Lidia cogió sus cascos favoritos y se puso a escuchar música, antes de darse
cuenta se había quedado dormida en el coche.
Papá: Despierta cariño, hay que coger el tren.
Suspiró, se frotó los ojos y salió del coche tambaleándose. Su padre le
ayudó a cargar con las maletas y guardarlas en el portaequipajes del tren. A
partir de ahora ella seguiría sola hasta el pueblo donde se encontraba el internado.
Lidia: Bueno, pues adiós, supongo…
Papá: Lidia, sabes que te quiero, no te pongas así. Tu tía te cuidará
bien y además nos veremos de vez en cuando. *la abrazó*
Voz: Atención a los señores pasajeros, el tren con destino a Menia
saldrá de la estación en 5 minutos.
Lidia: Me voy, o perderé el tren… sería una pena. *ironía*
Lidia le dio dos besos a su padre y se despidieron. Subió al tren
mientras le dedicaba una última mirada a los alrededores, suspiró y fue a
buscar su asiento entre la gente. Eran tres horas de camino, así que se puso
los cascos, pero algo le llamó la atención y se quitó sus cascos. Una chica;
parecía algo desorientada y enfadada, buscaba su sitio y al no encontrarlo se
sentó enfrente de Lidia.
Chica: Hola, me llamo Ada –parecía simpática- ¿y tú?
Lidia: Yo soy Lidia *sonreí*
Ada: Espero que no te importe que me siente aquí, es que una vieja ha
ocupado mi sitio y no quiere mover su enorme trasero. *lanzó una mirada
indignada en dirección a la mujer*
Lidia: Jajaja no, tranquila, no importa. Bueno y… ¿a dónde vas tú?
Ada: Pues mis padres se cabrearon conmigo, y me han mandado a un
internado perdido en el bosque de un pueblo de mierda… -.- Creo que era
Internado Brother-nosequé…
Lidia: ¿Brotherhood?
Ada: Mmmn… sí, me parece que se llamaba así. ¡No me digas que te han
mandado ahí también!
Lidia: Sí… *Ada me observaba atentamente, no parecía una chica rebelde o
que hiciera cosas malas*
Ada: ¿Pero qué has hecho para que te metan ahí? No pareces una chunga ni
nada de eso.
Lidia: Nada, simplemente mis padres se separaron. Mi madre se fue por
ahí, me quedé con mi padre y no tuvo otro sitio donde encasquetarme.
Ada: Ah vaya… Lo siento.
Estuvieron charlando mucho rato, escuchando música las dos juntas,
contándose sus vidas... El tren finalmente llegó al andén del pueblo, allí las
esperaba el autobús del internado.
Tras diez minutos en autobús, finalmente llegaron al Internado Brotherhood. Era un enorme
edificio de piedra gris, con enredaderas colgando por las paredes y rosales
bordeando el camino a la entrada. Todo lo que se veía alrededor era solo mucha
gente y bosque por todos lados. Montones de setos bien cuidados y perfectos
rodeaban la parte delantera del internado. Sí, era muy elegante, pero se
parecía más a un castillo sin torres.
Lidia: Odio este sitio.
Fue lo único que consiguió decir, Ada estaba mirando embobada hacia
todos lados, aquello era demasiado… ¿raro? ¿frío? Algo parecido, pero no
transmitía hospitalidad precisamente.
Las dos vieron pasar a un chico guapísimo, con el pelo negro, los ojos
color miel, piel morena y que vestía una camisa blanca con una blazer negra
encima, una bufanda negra, unos pantalones grises desteñidos y unas botas
negras. Llevaba un pendiente y el pelo algo revuelto, tenía aire de chico
interesante.
Ada: Pues yo creo, que ahora me gusta más este sitio.
Lidia: Límpiate las babas *las dos se rieron*
Ada: Diooos… eso no es humano, ¡está buenísimo!
Una mujer situada en la gigantesca puerta de madera del internado empezó
a hablar por el micrófono. Era la directora, Emma. Dio una charla de bienvenida
e invitó a los alumnos a subir a sus habitaciones a dejar los equipajes. Lidia
y Ada no se dieron cuenta de que a unos metros de ellas un chico moreno con los
ojos azules verdosos las observaba.
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